jueves, febrero 16, 2006

Dejame que te cuente ...

Las puestas de sol me traen recuerdos de los días que corrían cuando tú naciste. Eras una cosita hermosa, exquisita, gordito, daban ganas de morderte. Tenías los pies tan hermosos, tus facciones definidas, eras un hombre en miniatura. Se arremolinaba tu pelo sobre tus ojos, el ceño fruncido, al igual que mi padre, siempre me ha dicho una amiga "lo que se hereda no se hurta", y viendo otros rasgos eres parecido al abuelo de la mamá, no solo en tu cara sino que todo tu cuerpo, daba la impresión que al nacer todos nuestros ancestros se fusionaron en ti. Creciste y mientras esto sucedía comencé ha ser tu confidente. La primera vez que fui al colegio, como tu apoderada, fue porque el niño había realizado algunos actos reñidos con la disciplina de tan digno establecimiento educacional. La única ventaja que teníamos que tu profesora de kinder, también había sido mi profesora, así que entre bla bla y bla bla, terminamos riéndonos de tu gran salida y alabamos tus condiciones de líder, al conseguir que los dos cursos que estaban en clases salieran al patio porque "estoy aburrido, vamos a jugar mejor", y cual general dirigiendo sus tropas, sacaste a los 80 niños que tranquilamente armaban rompecabezas de madera, bajo la mirada atónita de las abnegadas educadoras. Transcurrió el tiempo y tus hazañas seguían dándole sal y pimienta a nuestras vidas. Pasamos los sustos mas grandes cuando ya conducías y le pedías el auto al papá (vehículo que aun manejas), sobre todo esas noches interminables cuando no dabas ninguna señal de vida, y pensábamos que todas las desgracias del mundo podían haberte sucedido, cuando estábamos a punto de llamar a carabineros, hospitales y a quien se nos podía ocurrir, llegabas, y con esa tranquilidad que te caracteriza nos decías: “para que se preocupan tanto, las malas noticias vuelan”. Entraste a la universidad, con gran dedicación obtuviste tu titulo de “pobresor”, como dices hoy en día. Nos has dado grandes alegrías, y algunas penas, pero de eso se trata la vida. Al pasar del tiempo, sigo siendo tu confidente. Fui la primera en saber que ibas a ser padre y fui la primera en saber que te casarías, tal vez no fui la primera en ver a tu hijo recién nacido, pero tú entendiste cual era mi problema ese día. Soy una mujer agradecida de los dones que se me han entregado, y con el tiempo comprendí porque existían dones que no llegarían jamás a mí. No sé porque comencé hoy a escribir, pero no importa, solo quería contarte que las puestas de sol me recuerdan a ti …

2 comentarios:

niño vidente dijo...

Es una de las cosas que se pueden agradecer amiga y son gratis, es el amor de de hermanos, sentir como hierve la sangre, su ausencia y la coneccion donde no son necesarias las palabras entre ustedes deve ser precioso,te lo dice alguien que esta privado de tan bonito sentimiento un beso

Cinthia Hamer dijo...

¿Puede escribir usted en inglés? Mi español es muy, muy limitado, pero hago tanto queriendo hablar con usted.